El pasado 28 de mayo, en el Auditorio Nacional, se llevó a cabo la entrega número 58 de los premios Ariel que la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) otorga anualmente a lo mejor del cine mexicano. Dos películas se llevaron la noche con cinco premios cada una: Gloria, dirigida por el suizo Christian Keller, y Las elegidas, dirigida por David Pablos.
La historia sobre la cantante mexicana Gloria Trevi y el que fuera su mentor y pareja, Sergio Andrade, conquistó los premios a Mejor Edición, Maquillaje y Sonido, así como a Mejor Actriz y Actor, para Sofía Espinosa y Marco Pérez, quienes interpretaron a los líderes del otrora llamado “Clan Trevi-Andrade”.
Por su parte, la película que se alzó como la mejor del año fue Las elegidas, que además del premio máximo conquistó también los galardones por Dirección, Guión Original, Fotografía y Revelación Femenina.
La película de Pablos, ambientada en la ciudad de Tijuana de donde el director y guionista es oriundo, cuenta la historia de Sofía, una joven de 14 años que se enamora de Ulises, quien pertenece a una familia de tratantes de mujeres. Ulises enamora a Sofía con el propósito de meterla al negocio, pero llegado el momento, se rehúsa a terminar el enganche de Sofía, pues está enamorado de ella. Sin embargo, su padre no está dispuesto a permitir que la joven escape, de modo que hace un trato con su hijo: liberará a Sofía siempre y cuando Ulises consiga otra chica para sustituirla.
La idea original, así como el primer guion de la película, fueron autoría del escritor mexicano Jorge Volpi; sin embargo, Pablos, en colaboración primero con el mismo Volpi y en solitario después, llevó a cabo su propio tratamiento de la historia, pues le parecía que el guion del novelista del “crack”, además de ser muy extenso, era muy gráfico y visualmente violento. Efectivamente, creo que el principal acierto del director de 32 años es el uso que hace de la metonimia, es decir, no hace una exposición explícita de la cosa, sino que muestra sus partes para lograr un tratamiento más poético, aunque no por esto menos estremecedor, y congruente con la estética cuidada y delicada de toda la película.
En este sentido, vale la pena destacar la secuencia en la que Sofía, llamada Andrea en sus horas de esclavitud, es obligada a “servir” a varios hombres. En lugar de mostrarnos la violación de manera explícita, Pablos nos presenta planos medios de diversos hombres, intercalados con tomas del rostro de la joven, mientras escuchamos de fondo los sonidos de la forzada relación sexual. Con este armado, el director logra poner la responsabilidad de este crimen atroz no solo en los padrotes, sino en los clientes que alimentan el negocio.
El director Pablos ha dicho en varias entrevistas desde que presentó su película en la sección “Una cierta mirada” del festival de cine de Cannes en 2015, que su propósito principal no era hacer una denuncia, sino una historia de amor. Efectivamente, la película no pretende mostrar las entrañas del mundo de los tratantes de personas con fines de explotación sexual a detalle, intentando desmenuzarlo, explicarlo y exponerlo. El cine tiene, para esos efectos, un género específico, que es el documental. La denuncia, como ha dicho el cineasta, está implícita, pues las relaciones de sus personajes se dan en ese terrible contexto. Al final, nada puede florecer en un campo envenenado: Ulises, intentando rescatar a la persona que dice amar, terminará convirtiéndose en lo mismo que sus padre (nunca tuvo la intención de no serlo), y Sofía terminará encerrada y esclavizada en una cárcel sin rejas.
Esta película, la mejor del último año en el cine nacional según la AMACC, fue estrenada el 22 de abril, con la raquítica cantidad de 15 copias (de acuerdo a información del diario Milenio)… ¡15!, cuando entre Cinépolis y Cinemex, las cadenas que forman el duopolio de la exhibición de cine en México, cuentan con cinco mil 650 salas a nivel nacional. La película Spotlight, última ganadora del premio Oscar a la mejor película, llegó a nuestro país con poco más de 300 copias. La diferencia es enorme, y eso que Spotlight no llegó con bombo y platillo a México, dicen algunos, por el tema del filme que hablaba sobre la investigación periodística que desnudó una red de pederastia encubierta por la iglesia católica en Boston, Massachusetts. Si hacemos la comparación con otra candidata al Oscar, The Revenant, dirigida por el mexicano Alejandro González Iñárritu, pero que de cine mexicano no tiene nada, la diferencia es mayor: 450 copias para la aventura helada de Leonardo Di Caprio y el oso que lo destroza a cuadro; la brecha se vuelve escandalosa si pensamos en las más de mil copias con que la última entrega de la saga de Star Wars aterrizó en México.
En teoría, ciertas manifestaciones artísticas producidas por una sociedad sirven para que esta se observe y reflexione sobre sí misma. La pregunta queda en el aire: ¿sobre qué sociedad estamos reflexionando, en qué espejo nos estamos mirando, si sólo vemos películas producidas por los Estados Unidos? Y no es sólo que las audiencias elijamos exlusivamente productos hollywoodenses, es que el buen cine nacional ni siquiera se nos presenta como una opción a la hora de decidir qué ver. Desgraciadamente, son pocos, muy pocos los espectadores que vieron esta película, cuyo paso por el circuito de exhibición comercial fue fugaz e imperceptible. Actualmente, Las elegidas ya puede verse en la plataforma NETFLIX.