Al igual que en la anécdota atribuida a Timeo de Tauromenio (356-260 a. C.), tres modernas y amenazadoras espadas de Damocles se ciernen sobre los desafortunados y angustiados gobernantes de nuestros tiempos.
1.- El libro didáctico de las finanzas internacionales explica que las “empresas calificadoras” son las que se dedican a evaluar la probabilidad y el riesgo implícito que se corre con los emisores de títulos o relativo de la capacidad del emisor de títulos o valores que se colocan en los mercados bursátiles, en las fechas estipuladas para pagar deudas, etcétera.
Como su nombre lo dice, esas empresas “califican” el grado de confianza que merecen el país mengano, el corporativo perengano o el consorcio zutano, cuando sacan al mercado (ponen a la venta) títulos o bonos a cambio de dinero a mediano o largo plazo.
Las calificadoras tienen cola que les pisen. La más larga y reciente que se les imputa es la crisis de las hipotecas, generada por diseminar desconfianza crediticia en Estados Unidos en 2006, y que contaminó con una crisis financiera internacional a casi todo el planeta. Los expertos afirman que ese trance virulento aún no termina: ha significado a la fecha quiebras financieras, expropiaciones bancarias, temblorina en las bolsas de valores y en los bancos centrales de muchos países y deterioro de la economía global.
De unas 130 calificadoras que aproximadamente hay en el mundo, tres son las más poderosas en los mercados financieros globales, especialmente los de crédito: Standard & Poor´s, Moody´s y Fitch. Estos consorcios aprueban o rechazan deuda soberana, municipal y corporativa y de sus decisiones depende que los países pobres o en vías de desarrollo, puedan acceder a los mercados de crédito. Estas calificadoras iluminan a los grandes inversionistas internacionales sobre la solvencia del país en el que piensan colocar su dinero. En otras palabras, le hacen la chamba al gran capital. ¿Quiénes pagan a las calificadoras para que emitan sus juicios? Los países urgidos de capital.
Califican la solvencia de un país, una empresa, un banco o una institución mediante un rating que les otorga o les quita la confianza de los inversionistas.
Hay que cuidarlas, pues. Y temerlas… y México no es la excepción.
2.- El Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos, el banco central de nuestros vecinos del norte, fue creado por el Congreso estadounidense en 1913 para garantizarle a su país un sistema monetario y financiero más seguro, flexible y estable. La Reserva Federal de EU y el Fondo Monetario Internacional (FMI)) dominan el escenario mundial, sobre todo en los países más pobres o en vías de desarrollo. Influyen en las políticas económicas de los países como condición para obtener préstamos, aliviar sus deudas y obtener apoyos.
Además, la Reserva Federal decide si las tasas de interés en los bancos de EU suben, bajan o se mantienen estables. Y esta decisión opera casi como una orden para México y muchos otros países. Suben y bajan sus tasas de interés según los dictados de la Reserva Federal estadounidense, como ocurrió a mediados de agosto último.
También hay que alienarse, cuidar y temer estas decisiones porque pueden implicar mayor o menor inflación, alza o disminución de precios, que las cuentas alegres de las finanzas públicas no lo sean tanto, etcétera.
3.- Sostenida por un pelo de la crin de un caballo, como en la anécdota griega, esta tercera espada de Damocles la sostienen:
I.- Millones de indígenas hundidos en la miseria.
II.- Cientos de miles de mexicanos hacinados en vecindades, amenazados por la súbita aparición de granaderos prestos para ponerlos de patitas en la calle por no pagar la renta.
III.- Millones de jefes de familia sin empleo en la economía formal.
IV.- Millones de jóvenes “ninis”, sin escuela ni trabajo, pero tentados por las seductoras ofertas del narcomenudeo.
V.- Millones de indígenas hundidos en la miseria, víctimas de guardias blancas o de narcotraficantes que los obligan a sembrar mariguana y amapola.
VI.- Millones de madres de familia con amaneceres cotidianos sin pan ni café para sus hijos.
VII.- Millones de mexicanos clasemedieros, pauperizados y encadenados a inseguridad, bajos salarios, impuestos, alzas de precios, inflación, pésimo transporte público y deficientes servicios urbanos.
VIII.- Millones de mexicanos hastiados de la corrupción y los abusos del poder público. Atónitos ante los casos de desviación de recursos, enriquecimiento ilícito e impunidad.
IX.- Millones de mexicanos ofendidos e indignados por la opulencias, la inequidad, el derroche y la abismal desigualdad, enfrentados a los parámetros del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que ya establecieron que la línea de bienestar está en los 2 mil 542.13 pesos (mensuales) en el sector urbano, y mil 614.65 en el rural.
¿Cuál de estas tres espadas de Damocles será más de temer?