El tema de los valores se ha ido disipando con el paso del tiempo. Las personas ya no hacen uso de los hábitos de cortesía, ya no saludan al llegar a un lugar, no muestran empatía, y mucho menos solidaridad cuando ocurre algún accidente o se solicita su apoyo.
Esto puede ser provocado por el actual desarrollo tecnológico, la globalización de los mercados, la cultura y las nuevas maneras de entender el mundo, que debilitan la importancia de aplicar los valores y que bosquejan otras formas de relación entre las personas.
Los valores deben entenderse como la adquisición de conocimientos y el desarrollo de habilidades. Su incorporación les permitirá a los niños y niñas participar e incidir en mejorar la vida en grupo, en su comunidad y en el país. Esta formación implica, además, desarrollar su capacidad para la reflexión.
La formación ciudadana actual es el claro ejemplo de los valores perdidos por la sociedad. Si bien hemos estado criticando el actuar político, es quizá porque sentimos que perdimos lo cívico y lo ético en cada uno de nosotros. Este tema es muy importante en estos tiempos de rezago educativo en Chiapas, mi entidad federativa, así como a lo largo y ancho de este país.
Es de suma importancia realizar estrategias que vayan de la mano con la articulación de los valores para que los niños y niñas se apropien de ellos y puedan aplicarlos en su día a día, creando aprendizajes significativos. Pero, ¿en dónde se aprenden los valores en primera instancia?
El aprendizaje de los valores se adquiere en la vida de relación con los demás. De esta manera, las relaciones interpersonales se convierten en la plataforma del proceso de formación de los niños y niñas en edad preescolar, por medio de las interacciones que se crean con personas significativas, es decir, aquellas que dejan huellas importantes en la personalidad de sus semejantes.
Milagros Moleiro identifica al menos cuatro colectivos que tienen gran influencia en la formación de nuestros valores: “la familia, la escuela, los medios de comunicación y el grupo de los iguales que varían según la edad”. Los valores son parte del acervo cultural de nuestros mayores: es la verdadera herencia que nos legaron nuestros padres, maestros o quienes ejercieron un rol significativo en nuestras vidas. A su vez, la autora también específica que la escuela es: “Un medio de formación de valores, es el lugar donde el educador debe mantener una actitud transmisora de valores, siendo lo más importante el ejemplo coherente entre lo que el docente dice y lo que hace”.
Esta unión entre el decir y el hacer del docente, en cualquier escenario, es lo que lo dignifica ante los alumnos y lo convierte para ellos en una persona creíble y significativa.
El rescate de valores entra en acción en estos momentos de crisis en la educación por la mal llamada “Reforma Educativa”. Es un momento de catarsis en el cual debemos hacer un análisis introspectivo para ver quién fue nuestro primer guía y líder moral, esa persona que en gran medida nos llevó a ser los individuos y ciudadanos que ahora somos.
El problema de antivalores practicados por la gran mayoría de la sociedad es cada vez más grave, pareciera que es una ola gigante que ya no se puede detener. Nadie quiere involucrarse; los juegos de niños, en específico, casi todas las interacciones de grupo, hoy se convirtieron en algo individual: con videojuegos, teléfonos celulares o computadoras, se perdieron convivencia y socialización. Actualmente vemos cómo los primeros aprendices de valores no encuentran un guía; ahora un niño llega a casa y no encuentra a nadie, enciende la televisión y lo que ve es el uso de drogas, programas donde promocionan antivalores, como: la infidelidad, adulterio, groserías, entre otros.
Hoy estamos a tiempo de que las personas rescaten los valores y se apropien de ellos. Aún podemos rescatar los principios necesarios para la vida en comunidad, reconociendo que nosotros los ciudadanos tenemos rasgos culturales distintos, y debemos actuar con base en el respeto, la justicia, la tolerancia, el reconocimiento y el aprecio a la diversidad lingüística, cultural, étnica y de género.
Forjar el respeto debe ser la regla de convivencia en todos los ámbitos sociales. No se trata sólo de respetar, sino también de darse a respetar. La familia, la escuela y la sociedad son los círculos sociales idóneos para promover que se asimile este valor en varias dimensiones: apreciar las diferentes creencias, buscar la igualdad de derechos sin distinción de género, edad, raza, religión o situación económica, que como ciudadanos tenemos.
Un reto importante que tenemos por delante es cambiar el chip. Ayudemos a rescatar esos valores. Creo firmemente que con muy poco se puede generar un cambio inmenso.