“Mangazo, ¿qué tal si agitamos las ancas y paseamos el cayetano”, proponía a la actriz “Tongolele” el célebre pachuco Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés Castillo, mejor conocido como “Tin Tan” (1915-1973), en la película Chucho el Remendado. Pero la leyenda de este mítico comediante, actor y cantante mexicano comenzó mucho tiempo antes, cuando la suerte lo llevó a la XEJ, la radio de Ciudad Juárez, donde la voz de “La Chiva”, como le apodaban en ese entonces (por su piocha de pachuco), se hizo famosa entre los radioescuchas de esta ciudad fronteriza.
“Era yo propio para todo lo que me ordenaba, me gustaba echar bromas imitando a los cuates y hasta a mis jefes. En aquel tiempo estaba de moda Agustín Lara, lo oía cantar tantas veces que un buen día me solté haciendo lo mismo y si vieras qué bien me salió […] Un día bendito se estropeó el micrófono. Lo arreglaron y el señor Meneses ordenó que se probara: a mí me pasaron la orden. Entonces empecé a cantar imitando a Agustín Lara; el señor Meneses creyó que se trataba de un disco del gran jarocho. Y nada, era yo haciendo mis payasadas. Así empecé a pasar una serie radiofónica en la que imitaba al músico poeta. Primero canté en serio sus canciones, luego empecé a parodiarlas”, cuenta el pachuco de oro.
Los programas de La Chiva en la XEJ fueron creciendo poco a poco en audiencia, Germán Valdez podía imitar lo mismo la voz de Gardel que la de Jorge Negrete, Pedro Infante y por supuesto Agustín Lara, el personaje que lo hizo famoso en la radio y de quien no sólo interpretó canciones, sino que en muchos casos las reinventó para darles un toque humorístico. En la canción “Mujer”, donde el flaco de oro escribió: “mujer alabastrina tienes vibración de sonatina pasional”, Tin Tan cantó: “mujer calabastrina tienes vibración de gelatina en corral”.
Con gran ingenio y sentido del humor, el pachuco de oro también reescribió completa la canción “Madrid”, de Agustín Lara, aquí un fragmento:
“Si tú vas a la Merced, pelona mía,/ ten cuidado cuando subas al camión,/preferible que te vayas en tranvía/ y te ahorres uno que otro pisotón./ En la plaza encontrarás hartos rateros,/ que es la crema de la inmoralidad/ y cuando oigas un piropo majadero/ ni te pongas a buscar la autoridad./ Mercé, Mercé, Mercé:/ bodegas del maíz en que compré,/ por algo te hizo Dios/ la cuna del frijol y del café”.
Aunque la voz de Tin Tan era emblemática en la radio de Ciudad Juárez, nadie lo conocía fuera de ese ámbito hasta que, nuevamente, el destino y la suerte hicieron que lo contrataran en la carpa de Paco Miller, en donde perfeccionó su personaje del pachuco y su apodo cambió nuevamente, ahora lo habían bautizado como:“Topillo Tapas”. Viajando en esas caravanas conoció a su eterno compañero de escena, su “Carnal Marcelo”. Después de algunos fracasos en sus actos, finalmente Germán le dijo a Marcelo: “Marcelino, ráscale a la panzona y cantemos con inspireichon”, y así fue, según lo cuenta el mismo Tin Tan.
“Un día, como que no quiere la cosa, le dije a mi carnal Marcelo: agárrate la guitarra, vamos a ensayar, cantamos ‘Guatatítaratiratao’, ‘La mosca sentada en la pared’ y todas las que cantaba, salimos ese día al escenario y gustamos mucho […] nos animamos a montar otras canciones y a prepararnos más. Desde entonces trabajamos juntos; nunca hubo pleitos ni separaciones”.
Fue después del éxito al lado de Marcelo cuando por fin Germán Valdés tuvo su apodo definitivo: Tin Tan, el cual surgió del nombre de otro artista, “El niño del Tin Tan”, que contaba monólogos en la empresa de Paco Miller. Un día, cuando Don Paco escuchaba parte de un espectáculo de “marimba acuática”, donde en lugar de teclas se tocaban botellas de llenas agua: “tin tan, tin tan”, fue cuando se le ocurrió el apodo de Tin Tan porque le pareció sencillo, fácil de recordar para la gente.
De lo anterior da cuenta José Andrés Niquet en su libro Tin Tan y su trompabulario, donde también señala el inicio del éxito del pachuco de oro: “Ya con nombre y compañero ideal, el pachuco estaba más que listo para el despegue […] en las carteleras teatrales del Excélsior se anunciaba, a fines de 1943, a Tin Tan como parte de un elenco multiestelar a presentarse en el teatro Esperanza Iris: ‘El cómico que no se parece a nadie, nuevo As del teatro en México’. El espectáculo incluía a la pachuquísima Meche Barba, copetona y provocativa”.
Tin Tan entró entonces por la puerta grande a la Ciudad de México y su éxito fue tal que comenzó a competir con cómicos consagrados como Cantinflas a quien, se dice, la aparición del pachuco no le cayó en gracia; incluso en una escena de la película Si yo fuera diputado, se podía leer un cartel en una peluquería que decía: “Para pachucos no hay servicio porque me caen muy gordos”.
Independientemente de a quién le cayera gordo, Tin Tan llegó a la pantalla grande después de filmar la película El Hijo desobediente (1945), dirigida por Humberto Gómez Landero, que marcó además el debut cinematográfico de la actriz Marga López y proyectó a las alturas a Germán Valdés. Sin embargo, el encuentro del pachuco de oro con el director Gilberto Martínez Solares fue lo que realmente marcó un antes y un después en la trayectoria del cómico en el cine. Junto con Gilberto Martínez Solares, Tin Tan filmó películas que lo llevaron a la fama internacional, como :
Calabacitas Tiernas (1949), El rey del barrio (1949), ¡Ay amor cómo me has puesto! (1950), La marca del Zorrillo (1950), Simbad el mareado (1950), entre muchas otras.
Martínez Solares dice sobre Germán Valdés: “Tin Tan, que fue un cómico extraordinario, yo al principio no tenía mucha confianza ni grandes deseos de trabajar con él, porque era un poco corriente, tanto en los personajes que representaba como en los lugares donde trabajaba ¿no?, carpas, teatros… poco a poco me fui dando cuenta de que era un hombre sumamente inteligente, muy gracioso y dotado en todos los sentidos, lo mismo hacía cosas de agilidad que cantaba, bailaba, ponía caras, en fin, era sensacional”.
A finales de los años 60, Tin Tan trabajó con la empresa dirigida por Walt Disney. Su voz inmortalizó, en el largometraje animado El Libro de la Selva (1967), al despreocupado oso “Baloo”, y al gato “Thomas O’Malley” en Los aristogatos (1970).
Poco después, como sucede a menudo, el precio de la fama cobró factura a Tin Tan, quien falleció el 29 de junio de 1973 a causa de cirrosis hepática y cáncer de páncreas. Una pequeña nota publicada en la revista Chilango, titulada “Borrachos de oro”, se refiere así a la muerte de “El cómico que no se parecía a nadie”: “El mismísimo Tin Tan. Un exitoso comediante (si no es que el mejor de la época de oro en México), actor y cantante mexicano […] Además de booz lover era pachuco y pacheco […] Tal era su reconocimiento, que le permitían darse una escapadita del set para echarse un porrito de marihuana a gusto y uno que otro trago. El placer de las drogas, las mujeres y el alcohol, lo llevó a vivir una vida divertida lejos de lo sano y terminó muriendo de hepatitis, una enfermedad que ataca al hígado y que está claramente relacionada con el alcoholismo”.