“No olvidemos que somos representantes de la gente, no sus mandamases; somos sus empleados, no sus patrones”
El ámbito constituyente debe identificarse y definirse ideológicamente. A cuál ciudad nos referimos: ¿a la de Cortés fundada sobre la sangre de Tenochtitlan?, ¿a la de la Triple Alianza de los aztecas de 1325? o ¿a la milenaria de los ocupantes primigenios de Xochimilco?
La nuestra es, también, la de Primo Verdad que buscaba la independencia y la soberanía de la sociedad de la ciudad en la amalgama de la nación mexicana. Es la de Juárez, nuestro indio más emblemático, que disolvió los derechos de las corporaciones en favor de los derechos ciudadanos y de las personas, en contraste con la ciudad fallida de Miramón, restauradora de corporaciones y comunidades.
Afirmamos la demanda de la Revolución Mexicana, por la libertad de las personas y la democracia local, encima de los poderes fácticos, y la herencia de los movimientos sociales arropados aquí durante la segunda mitad del siglo XX.
Por nuestra herencia somos lo mismo pero no podemos permanecer iguales. ¿Qué es lo nuevo hoy? La emergencia de un poder ciudadano renovado y el entendimiento de que quien manda aquí es la gente.
En Movimiento Ciudadano reclamamos la soberanía no para la autoridad y el político, sino para el pueblo de la ciudad, quien exige hace tiempo un régimen abierto, de par en par, a la participación ciudadana.
La Constitución no puede cerrarle las puertas a las exigencias de la gente. Si hacemos lo que nos toca, podremos hacer eco a esta exigencia. No olvidemos que somos representantes de la gente, no sus mandamases; somos sus empleados, no sus patrones.
Los tata mandones son reminiscencias de regencias y bastones de mando coloniales. No queremos que nos manden. En 2016, queremos autoridades que ejerzan sus facultades, ni un milímetro más allá. La autoridad legítima es resultado de la representación política. Aquí tenemos autoridades que gobiernan para sí mismas, para sus intereses y no para la gente. Por eso hoy es indeclinable la exigencia de tener un gobierno que la tome en cuenta a la hora de decidir.
Afirmamos que el proyecto de Constitución le sirve más al status quo que a la gente, tal vez porque su impulso no es la revuelta social o la ruptura del orden, sino el terso acuerdo entre políticos; supone ingenuamente que vamos bien, que el presente está bien y sólo debemos mejorarlo.
La ciudad está insatisfecha y a disgusto con el estado de la sociedad y la política. Decir lo contrario es una necedad.
Tenemos la oportunidad y la responsabilidad históricas de construir un ordenamiento que simple y sencillamente esté basado en el respeto y el orden, para un diseño de futuro distinto. Una ciudad de derechos, donde enunciarlos no sea limitarlos, sino ofrecer garantías a su ejercicio pleno y en libertad y que todas y todos, por igual, los respeten.
Queremos una vida pública donde se respete el espacio y los bienes públicos y los defienda de políticos e intereses, como de cualquiera que intente pasar por encima de la ley. En fin: una vida pública en la cual quien no haga lo correcto sea castigado.
Afirmamos el derecho de las personas a una vida ciudadana y a una vida pública que no esté limitada por tradiciones o derechos adquiridos en arreglos oligárquicos o en la corrupción. […]
El proyecto es una enunciación prolífica de derechos particulares, identidades y minorías que ignora los derechos de la gran parte de las personas en la Ciudad. Al querer incluir a todos se excluye a la mayoría.
Movimiento Ciudadano quiere un orden de derechos con base en las personas, con independencia de identificaciones y formas expresivas, donde lo colectivo se forme a partir de la esfera personal y no la subyugue o reemplace. A las y los ciudadanos como individuos debemos darles todas las garantías.
Los recursos públicos no deben aplicarse en privilegios particulares que se vuelven ficciones onerosas. Sin oponernos a los derechos colectivos, rechazamos un orden de privilegios y de clientelismo vacío. Amamos la ciudad, por eso defendemos así la soberanía de quienes la habitan.
Queremos un modelo de gobierno acotado por la división de poderes y los órganos autónomos, en donde ser corrupto no sea una opción y los privilegios sean motivo de vergüenza.
Queremos crear un nivel de gobierno más próximo a las personas, con autoridades votadas y facultadas para administrar el mando local inmediato, el de policía y buen gobierno, democratizando la expresión mínima del poder público y en espacios que permitan, por ejemplo, la existencia de la Autoridad del Centro Histórico.
Queremos un ámbito delegacional constructor de su comunidad, deliberativo, con facultades de planeación y definición de políticas locales […].
Queremos acotar facultades de autoridades locales para crear, cuando la política lo permita, una Autoridad Metropolitana democráticamente electa, con control colegiado, capacidad reglamentaria y desempeño deliberativo. La agenda verde puede ser su materia principal. No podemos tomar decisiones sin pensar en la metrópoli como una continuidad, como una comunidad.
Queremos un gobierno de la ciudad sin atavismos ni inercias burocráticas, con atribuciones para su reforma y para ejecutar una planeación de largo plazo, con prospectiva y respaldada en la deliberación ciudadana. Si no pensamos hoy la capital del futuro, pagaremos graves consecuencias.
Porque conviene más una ciudad con visión de futuro apoyaremos toda estructura de gobierno efectiva, transparente en su gestión diaria y con rendición de cuentas impecable. Es fácil de entender, un gobierno transparente con capacidad para solucionar reales problemas y no uno que provoque más.
La Constitución ha de explicitar las responsabilidades de la Ciudad como capital del país y las implicaciones de esto para la seguridad, la fiscalidad y la expresión de la protesta pública […]. Es necesario que la acción de lo público sea previsible y esté claramente regulada en el marco de la legalidad. […] Confiamos en la cimentación de un futuro de legalidad, no de leyes con frases vacías o propósitos en boga […].
Les invitamos a conformar un sistema normativo que la gente entienda y comparta, donde el poder ciudadano no sea frase hueca, sino sinónimo de un empoderamiento auténtico de las personas y la ciudadanización de la política un instrumento vital de la participación y apropiación de la vida de la ciudad.
Esta asamblea, reconozcámoslo, es expresión del déficit democrático. No lo olvidemos, todos estamos en una minoría y la única forma de remontar el déficit es siendo creativos y pensar cómo podemos constituirnos en un sólo cuerpo, más allá de las tentaciones de jugar a las fuercitas.
Asumimos que, como nosotros, ustedes aman con todas sus consecuencias a esta Ciudad. Es la Ciudad de nuestros hijos, nuestros seres amados, nuestros animales de compañía. Con ello, nuestra confianza está en que todos y todas sabremos hacer lo correcto.