Fuente inequívoca de todo poder en cuanta república se asuma democrática, es el ciudadano.
A pesar de ello y de su naturaleza democrática, republicana e institucional declarada desde el Congreso Constituyente de Querétaro al término de la Revolución iniciada en 1910, así como de la vocación social y política de la asamblea queretana, hace décadas que en México el poder ciudadano ha sido desplazado paulatinamente de las decisiones que le atañen, y esto ocurrió casi desde el momento en que fue aprobada la nueva Constitución.
En la edición de El Ciudadano correspondiente al mes de enero último, evocamos unas líneas de Octavio Paz sobre el periodo post revolucionario: “La lucha entre las facciones nunca fue democrática: no era el número de votos sino el de soldados y fusiles lo que daba la supremacía política”.
Ciertamente los soldados y los fusiles pasaron a formar parte de una institución: las Fuerzas Armadas. Pero la fuerza y el poder, la supremacía política, se quedaron en manos de una élite gobernante dominada por un solo partido político: el PRI, concebido, creado y fortalecido desde el Palacio Nacional.
Las consecuencias de la octogenaria hegemonía priista se traducen en fracasos en todos los frentes, particularmente en el social: inequidad, desigualdad, miseria, desempleo e inseguridad. En palabras de Dante Delgado, que recogemos en esta edición especial de El Ciudadano, “los gobernantes de hoy se volvieron ineficientes e incultos; más corruptos, arrogantes, ambiciosos, frívolos, cínicos y cleptócratas”.
México no puede ni debe seguir por este camino. Es imperativo devolver a los ciudadanos el poder que legítimamente les pertenece.
Por eso la histórica y unánime determinación tomada el 31 de julio de 2011, que a partir de esa fecha convirtió a nuestra organización en Movimiento Ciudadano, la hemos ratificado con dos hechos también históricos:
1) La celebración, los días 29 y 30 de noviembre de 2016, del Foro Internacional “Movimientos Progresistas y Ciudadanos en América Latina y Europa”, convocado por las fundaciones Lázaro Cárdenas y Friedrich-Ebert-México, al que asistieron representantes de destacadas fuerzas progresistas de Europa y América Latina, y cuyas valiosas participaciones se resumen en una conclusión: es impostergable poner en el centro de las decisiones al ciudadano, y organizarnos para combatir corrupción e impunidad.
2) La realización, el miércoles 25 de enero del año en curso, de mesas de diálogo encaminadas a la construcción de un proyecto colectivo capaz de convocar, organizar y empoderar a la ciudadanía para el control y el ejercicio democrático de los poderes públicos.
Los ciudadanos mexicanos están hartos de los vicios políticos del viejo régimen que aún persisten y que tanto daño le han causado a la democracia. Entre ellos, uno ha sido el factor determinante para que se margine al ciudadano de decisiones que legítimamente le pertenecen: “el destape” de candidatos impuestos o surgidos de arrebatos electoreros y a espaldas de la sociedad.
La construcción del proyecto de Nación que exigen los ciudadanos y que México se merece debe estar por encima de partidos, nombres, colores y membretes.
La relevancia de los posicionamientos, la trascendencia de las ponencias, la autoridad de los personajes que participaron en los eventos de noviembre de 2016 y enero de 2017, son el origen de esta edición especial que El Ciudadano pone ahora en manos de los lectores. Nuestro propósito: informar para reflexionar y decidir.n