Entrevista con el excampeón mundial de peso gallo
En la esquina de las calles Sur 159 y Oriente 120, en la colonia Ramos Millán de la Ciudad de México, se ubica el Deportivo del Sindicato de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo Metro. Al fondo de las instalaciones del deportivo está el gimnasio de boxeo: un primer cuarto con un espejo y peras de distintos tamaños; otro salón grande con más peras, el ring, y paredes decoradas con las efigies de grandes figuras del pugilismo mundial, desde Julio César Chávez hasta Rocky Marciano. Jóvenes de distintas edades, en su mayoría hombres, pero también varias mujeres, sudan la gota gorda entre bendings, jabs y ganchos sobre los sacos.
Un hombre vestido con pants gris, chamarra amarilla y gorra negra da indicaciones a uno de los muchachos más grandes mientras le sostiene la pera; una cámara fotográfica sigue sus movimientos mientras un reportero toma notas. Se trata del excampeón mundial de peso gallo Carlos “El Cañas” Zárate, quien esta mañana ha estado atendiendo a la prensa desde temprano.
Este reportero de nombre Guillermo y su tocayo acompañante, enviados de El Ciudadano para platicar con el Campeón, esperamos a que Zárate termine su primer compromiso con los medios mientras lo observamos dar indicaciones a un joven y a otro, contestar preguntas y posar para las fotos. La vida en el gimnasio gira alrededor de él: los jóvenes que entrenan lo siguen con la mirada y buscan su atención, el personal sigue sus indicaciones, los periodistas buscamos su mejor ángulo.
Cuando toca nuestro turno de platicar con él, pasamos a su oficina: un pequeño cuarto con dos escritorios y una gran ventana que da al jardín, desde donde administra las actividades del gimnasio. Nos sentamos ante una pared llena de fotos donde se ve al campeón aquí y allá: junto al difunto José Sulaimán, en su fatídica pelea contra Lupe Pintor, o departiendo en una mesa con Vicente Fernández.
Para empezar, le pregunto a Zárate cómo empezó a boxear. Antes de responder, hace una presentación que denota su pericia frente a los medios de comunicación:
“Primero que nada, buenas tardes. Soy Carlos Zárate, fui campeón del mundo, soy miembro del salón de la fama y tuve un récord de 70 peleas profesionales: gané 63 por knock out (KO), tres por decisión y perdí cuatro”.
“El Cañas” nació en Tepito, en la esquina de Jesús Carranza y Bartolomé de las Casas. Su padre murió antes de que él naciera, y a los tres años se mudó con su madre a la colonia Ramos Millán, donde hoy trabaja todos los días. Zárate, cuyo tabique nasal achatado es testimonio de los combates que enfrentó dentro y fuera del ring, recuerda que desde chiquillo le gustaba pelear y que lo hacía mucho, tres o cuatro veces diarias: “Cuando me decían: ‘a la salida nos vemos, vamos a echarnos un tiro’, a mí me daba gusto, sentía nervios, pero nervios de esos bonitos, como que iba a jugar. Ahí me empezó a gustar el box”.
Zárate estudió hasta segundo de secundaria: “No tuve estudios porque todo el tiempo anduve en la calle”, cuenta. Sus más grandes ídolos eran Ultiminio Ramos y José Medel, a quienes conoció años después. Debutó como profesional en 1970, a los 19 años, en Cuernavaca. El campeón, que define su estilo como un boxeo bonito, sin correr y de pegar fuerte, ganó sus primeras 23 peleas por KO, hasta que venció a Víctor Ramírez por decisión unánime. Después, tuvo otra racha de 28 victorias seguidas por la “vía del cloroformo”, entre ellas, una sobre Rodolfo Martínez que le valió el campeonato mundial de peso gallo del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).
“Llegar a una pelea de campeonato mundial es muy difícil. Antes era más, porque había más peleadores. Cuando le dije a mi hermano que quería ser boxeador, elegimos como manager al Cuyo Hernández y fuimos a verlo. Ahí estaban Halimi Gutiérrez, Rubén Olivares, Alfonso Zamora, Titino González… yo entrenaba con ellos. Antes había muchos boxeadores como las hormigas: jalando al de arriba”.
De pronto suena el teléfono del campeón interrumpiendo la plática. Es su hija. Mientras él conversa, se escucha de manera incesante el rumor de los que entrenan duro en el gimnasio contiguo: el rebotar de las peras, el roce de las cuerdas y los tenis sobre el piso, las voces que alientan o reconvienen. El campeón retoma hablando de las dificultades de la profesión:
“Lo más difícil es la disciplina. Cuidarse, pararse a correr, hacer los entrenamientos, el gimnasio. Muchos le entran con ganas, pero después se empiezan a desanimar al ver la situación: no hay peleas, falta la lana para seguirse sosteniendo, para tener buenos alimentos. Yo creo que el destino sí existe, y que cada quien lo vive de distinta manera, porque hay quien tiene ganas pero no puede y ahí se queda”.
En el destino de Zárate estaba encabezar carteles en los escenarios más importantes del pugilismo mundial como el Forum de Inglewood, California y el Ceasar’s Palace de Las Vegas, combatir en España y Australia, y ser nombrado el mejor libra por libra en 1977, tras vencer a Alfonso Zamora en una unificación no oficial de los títulos gallo del CMB y la Asociación Mundial de Boxeo. “Lo más importante hoy en día –dice-, es que sigo en la mente de mucha gente en el boxeo, y eso me llena de orgullo”.
Su destino incluía, también, ratos muy amargos. El 3 de junio de 1979, en el Ceasar’s Palace, Carlos Zárate perdió el campeonato mundial de peso gallo contra Lupe Pintor. Esa dolorosa derrota lo alejó de los cuadriláteros durante siete años en que los tragos se convirtieron en botellas, las botellas en dosis de droga, y las dosis de droga en deudas que le hicieron perder una vinatería, una fábrica de muebles y muchos objetos de oro que empeñó y nunca recuperó.
“Vi la cosa muy dura, muy difícil, porque yo tenía la idea de que había ganado esa pelea. Yo lo dejé todo desfigurado y le dieron la decisión a él. Me desilusioné. A mí me tocó conocer a mucha gente: artistas, actores, policías muy importantes, presidentes, y muchos pseudoamigos también.
‘Campeón, tú ganaste’, me decían, y yo creyéndomela.
Una vez me encontré a un amigo en un centro nocturno. Era su cumpleaños y me invitó a una fiesta en su casa, en Tlatelolco. En la entrada había una humareda tremenda. Ahí estaban varios policías, varios artistas (omito sus nombres para no herir su profesión), y me dijeron: ‘éntrale, te vas a sentir bien con esto, es para que aguantes más’. Yo ya sabía que era droga y de ahí me empezó a gustar… le entré de a madre a todo.
La droga se apoderó de mi voluntad, ya quería yo ir a mi casa, pero nomás quería, ya no lo hacía, ya no iba… hasta que un día me animé: al llegar, ya tenía un citatorio con Hacienda, debía cinco millones de pesos. Tuve que pagar lo último que me quedaba, entonces empecé a pedir prestado a todos los que conocía”.
Finalmente, cuando ya le había pedido dinero a casi todos, buscó a José Sulaimán, quien fuera presidente del CMB por más de tres décadas. “Aquí no hay para que siga usted la fiesta. Aquí sí lo ayudamos, pero para una rehabilitación”, le dijo Sulaimán. “El Cañas” estuvo internado seis meses y volvió al ring en 1986. Disputó el campeonato mundial de peso supergallo dos veces más antes de retirarse en 1988. No logró volver a coronarse.
Al hablar del boxeo actual, Zárate le pone picante a sus comentarios. “¿Cuál es el mejor boxeador mexicano de la historia?”, le pregunto.
“Yo me voy a lo que dice la gente: Julio César –contesta-, porque hizo más de 100 peleas y yo no puedo hablar mal de nadie de mi profesión. Yo nomás miro, oigo y callo”.
Para el campeón, la pelea Chávez Jr. vs Canelo Álvarez será muy pareja: “no sé si salga buena o mala, pero por lo regular hemos visto malas en estos duelos de ahora. Pocos han sido los que se han visto de veras, como el ‘Bandido’ Vargas y ‘Siri’ Salido. Si los dos se deciden desde el principio, ambos tienen muchas probabilidades de ganar, pero veo que Canelo no aguanta mucho y Chávez no remata a sus oponentes cuando ya los tiene… ojalá y salga una buena pelea”.
Según el miembro del salón de la fama, uno de los problemas del boxeo actual es la serie de intereses comerciales que hay detrás, lo que lleva a que se cierren oportunidades para los boxeadores.
“Hoy un boxeador es famoso porque vende. Televisa acaba de tronar con el boxeo, ya no va a pasar peleas, pero desafortunadamente hacía muy malos combates, muy desnivelados, que no tenían la calidad suficiente. El 7 ha tenido mejores peleas, en cambio en el 5 pasan unas…”
“¿Qué pasa con las decisiones polémicas que vemos frecuentemente en el box?”, le pregunto.
“¡Esas son las peleas del 5! Precisamente porque andan buscando personas que vendan publicidad y que entren los patrocinadores, y hay mucho juego por atrás. Quieren hacerla, pero de esa manera no es”.
De entre los nombres más sonados del boxeo actual, Carlos Zárate no encuentra un mejor libra por libra: “No tengo preferido. Me gusta el “Chocolatito” González, pero creo que Carlos Cuadras le ganó. Eso fue una cuestión del 5, de Televisa. Golovkin es un duro peleador, pero nomás se ha visto que tira madrazos, no se ve clase, se ve fortaleza. El Canelo tiene un setenta por ciento de fortaleza, pero no mueve los pies. Chávez desespera que los tenga y no los remate”.
“El Cañas” Zárate opina que el boxeo mexicano está mal en comparación con otros países, y expone con claridad el motivo: “La cosa con México es que las instituciones reciben un presupuesto que si bien no es muy alto, al boxeador le llega la cuarta parte o menos. Hay personas que para ir a los Juegos Olímpicos hasta pagan su boleto y sus gastos. No veo por qué lo tengan que hacer si les dan un buen presupuesto para hacer todo esto”.
Antes de despedirnos, nuestro anfitrión se pone los lentes y saca su teléfono. Nos enseña una fotografía de él con Floyd Mayweather y un video en el que noquea a Rodolfo Martínez para conquistar el campeonato gallo que defendió nueve veces con éxito.
A la postre, el destino de Carlos Zárate ha resultado benigno: además de sus actividades en el Deportivo del Metro, trabaja en el CMB ayudando a jóvenes boxeadores que tienen problemas de adicciones. “Ahora soy feliz, tengo mi trabajo, mi casa, otra casa, un terreno en Huertos de Miacatlán, mi coche último modelo y, sobre todo, tengo a mi familia y mi trabajo, que es muy importante… estoy feliz”.